miércoles, 11 de febrero de 2009

Las Manos del Abuelo

LAS MANOS DEL ABUELO

¡Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera!
El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “Sí, estoy bien, gracias por preguntar”, dijo en una fuerte y clara voz.
“No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué.
“¿Te has mirado jamás tus manos?” preguntó. “Quiero decir, ¿realmente mirarte las manos?”
Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia:
“Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas.
Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi recién nacido hijo.
Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien especial.
Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.
Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.
Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa.
Y con mis manos, Él me levantará para estar a Su lado y allí utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo”.
Nunca volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.
Cuando mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él ha recibido palmaditas y abrazos de las manos de Dios. Yo también quiero tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío.
Nuestras manos son una bendición . Me pongo a pensar que hacemos con esas manos en cuanto a nuestras relaciones con los demás:
¿las usaremos para abrazar y expresar cariño y afecto o las esgrimiremos para exhibir ira y rechazo?
Ojalá que escojamos con sabiduría.
¡¡¡ Que el Señor les bendiga !!!





CÁPSULAS MOTIVACIONALES

El libro que lleva este título se editó por primera vez en México en agosto de 1988. Su autor es Abelardo Cruz Beauregard, quien buscó, a través de esas páginas, infundir ideas positivas en los lectores, animarlos a reconocer sus fallas y superarlas. Las historias que se relata en el libro son el resultado tanto de la experiencia de Abelardo y su familia como del aporte de participantes de los cursos de oratoria que él impartió por muchos años. Por su sencillez y, al mismo tiempo, su valor, en SerAbuelos queremos compartir con ustedes a partir de ahora, mes a mes, algunas de estas cápsulas.

I. VIVA CON ACTITUDES POSITIVAS

En cierta ocasión, paseaba un niño por el bosque. Contento y alegre cantaba y jugaba. Súbitamente, interrumpió su canto al escuchar en la lejanía una vocecita infantil.

Animado por su descubrimiento, gritó en esa dirección: “¡Hola! ¿Quién eres?”. A lo lejos escuchó: “¡Hola! ¿Quién eres?”. Extrañado por el suceso y un poco molesto, gritó: “¡Eres un niño grosero!”. Instantes después, recibió la misma respuesta.

Más tarde, el niño volvió a su hogar y le contó a su madre que había un niño grosero en el bosque. La madre comprendió de qué se trataba, y repuso: “Ve al bosque y háblale al niño amablemente; verás cómo también te contesta así”.

El niño regresó al bosque y gritó con fuerza: “¡Eres un niño bueno!”. La contestación del eco fue: “¡Eres un niño bueno!”.

“¡Yo te quiero!”, volvió a gritar, animado, el pequeño. A lo que el eco fiel contestó: “¡Yo te quiero!”.

La historia del eco es parecida a la vida. Brindemos una sonrisa amable y otra similar se reflejará hacia nosotros.

Recordemos las palabras de Teckaray: “El mundo es un espejo que refleja el valor de nuestros propios pensamientos”.















EL PAPEL DE LOS ABUELOS EN LA TRANSMISIÓN DE IDENTIDAD

“Por lo que respecta a la familia, los abuelos deben seguir siendo testigos de unidad, de valores basados en la fidelidad a un único amor que suscita la fe y la alegría de vivir”.
Papa Benedicto XVI, abril de 2008
La importancia de los abuelos en la familia fue el tema central de la XVIII Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, celebrada en Roma recientemente. En ese encuentro, el Papa Benedicto XVI destacó el papel de los abuelos en la herencia de valores humanos, sociales y religiosos a las nuevas generaciones: “No se puede proyectar el futuro sin hacer referencia a un pasado rico en experiencias significativas y en puntos de referencia espiritual y moral”, aseveró. Sin tratarse de un tema nuevo, resalta la actualidad que se le ha querido dar, debido a la necesidad creciente de las familias de hoy de reforzar sus cimientos para hacer frente a las profundas transformaciones sociales que su entorno está experimentando.
Así, es posible afirmar que si se fomenta la participación de las abuelas y los abuelos en la transmisión de valores, puede estar garantizada la continuidad de la identidad familiar en todos sus aspectos: espiritualidad, cultura, urbanidad, alimentación, etc. Con ese propósito, los padres y abuelos deben crear espacios de encuentro en los que la familia pueda compartir y conversar alrededor de lo que los identifica y los ha mantenido unidos, a partir de:
Fotos antiguas: imágenes que invitan a comentar sobre las personas y sitios retratados en fotografías de los padres y abuelos. Verlas no sólo gusta a los nietos, sino que es además una oportunidad inmejorable para hacerles conocer su pasado y cómo era la vida en otras épocas: la moda, las construcciones, los juguetes, etc. De forma muy especial, cuando ha habido migraciones los álbumes son los “discos duros” que conservan la historia de la familia en su país de origen.
Objetos antiguos: artículos o artefactos que, sigan usándose o no, guardan detrás algo que contar porque recuerdan alguna vivencia o porque pertenecieron a un ser querido. Los abuelos siempre pueden sorprender a sus nietos con cosas tan antiguas como, a sus pequeños ojos, novedosas. Por su enorme valor simbólico puede ser una buena idea regalar a cada nieto uno de esos objetos en algún momento especial: el pincel favorito del tatarabuelo pintor, la carta que desde un barco escribió la tía abuela a su hermana, el lente con que el bisabuelo vio un eclipse total de sol, la medalla que ganó el abuelo en una competencia deportiva, o el biberón de vidrio que usó cuando era un bebé…
Herencia histórica, narrativa, artística y lúdica: relatos, cuentos, leyendas, poemas, juegos y canciones que forman parte de la tradición familiar y nacional. Los abuelos pueden enseñar a recitar poesías aprendidas en su infancia de labios de sus propios padres, tíos o abuelos. Narrar cuentos y leyendas que además de transmitir identidad hagan volar la imaginación de sus nietos y despierten su interés por la lectura. Contar capítulos de la historia nacional y universal. También pueden recuperar juegos con los que ellos se divertían y que hoy se han perdido para que sus nietos se entretengan con ellos. Y cantarles las mismas canciones infantiles con que hicieron dormir, jugar o bailar a sus padres cuando eran niños. Como probablemente conserven muchas de esas canciones en discos de vinilo, pueden pasar éstos a CD. Es seguro que los abuelos y los padres disfrutarán tanto de escucharlas de nuevo como los nietos de aprenderlas por primera vez.
Experiencias familiares: como cronistas de la historia familiar, los abuelos y las abuelas pueden contar a sus nietos lo que hacían cuando eran pequeños, cómo eran sus padres de niños y jóvenes, momentos memorables, días inolvidables por lo alegre, triste o particular de algún acontecimiento, anécdotas chistosas, etc. A los nietos puede interesarles especialmente que les cuenten cómo vivieron sus padres y abuelos situaciones similares, en distintas etapas de la vida, a las que ellos están viviendo. Además de servirles para conocer más y mejor a cada miembro de la familia, del relato de esas experiencias los niños pueden aprender a resolver problemas y superar dificultades.
Prácticas religiosas: creencias, oraciones y devociones pueden ser transmitidas de abuelos a nietos a través de un testimonio de fe que se refleje en palabras y obras. Enseñarles a rezar y hacerlo juntos: la abuela puede enseñarles una oración para bendecir la mesa que se haya usado siempre en la familia, o fomentar una devoción particular que tenga raíces antiguas. Los abuelos pueden asistir junto con sus nietos a actos de culto o peregrinaciones en las que tradicionalmente se haya participado, y mostrarles el significado de los sacramentos, sobre todo cuando son ocasión de festejo en la familia (bautizos, primeras comuniones, matrimonios…), además de animarlos a realizar obras sociales y de voluntariado.
Recetas de familia: ya sean recetas completas o ingredientes secretos los que conforman la tradición culinaria familiar, ésta es sin duda uno de los factores que más otorga sentido de unidad e identidad. Las abuelas (hoy todavía son pocos los abuelos que cocinan) son las encargadas de que las recetas se transmitan en el seno familiar de una generación a otra: servir el platillo que por años se ha compartido y contar su historia, escribir en el recetario familiar cómo se prepara eso que cuando cocina la abuela todos esperan probar, cocinar con los nietos para luego saborear juntos un postre tradicional…
Eventos: los abuelos y las abuelas pueden otorgar un toque especial a las fiestas y encuentros familiares para que sean eventos únicos. A los niños les gusta que en la casa de la abuela se celebre tal o cual fecha de una forma distinta. Poder contar que, por ejemplo, para las fiestas patrias, Navidad o Año Nuevo su familia tiene una determinada costumbre que se ha repetido por décadas. Todo ello fortalece los vínculos de los nietos entre sí y con la familia, les da seguridad y enriquece su personalidad.
Lugares emblemáticos o con historia: el colegio donde estudió la abuela, la ciudad en la que nació, el teatro al que iba con el bisabuelo, la plaza en la que jugaban los tíos, la estación de trenes donde partió un familiar, el lago donde pescaba el abuelo cuando era joven, etc. Visitarlos puede ser un pretexto para transmitir la historia familiar. Y lo mismo en relación con la historia nacional o universal: museos, monumentos, iglesias y reservas naturales son el escenario idóneo para motivar a los nietos a conocer y amar su patria y reforzar su sentido de pertenencia.
Buenas costumbres: las reglas de urbanidad, las buenas maneras, la etiqueta, los hábitos individuales y de convivencia nunca pasan de moda y forman parte de la identidad familiar y comunitaria. Las abuelas y los abuelos pueden y deben apoyar a los padres en la transmisión de modelos de comportamiento positivos: delicadeza, moderación y oportunidad en acciones y palabras.


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